LAS BUENAS LECTURAS NO SOLO SANAN EL ALMA

Siempre se ha recomendado para la formación y recreación de las personas el hábito de las buenas lecturas, pero en los últimos tiempos esta frase ha cobrado una nueva dimensión mucho más literal y es el que de a poco nos van imponiendo las actuales formas de producción masiva de alimentos que en demasiadas veces desnaturalizan engañosamente lo que nos ofrecen.

LAS BUENAS LECTURAS NO SOLO SANAN EL ALMA

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Nos estamos refiriendo a la lectura de la información contenida en las etiquetas de los productos que adquirimos para nuestro consumo.  Y esta práctica, su lectura, se ha convertido en una inagotable fuente de sorpresas desagradables.

Por ejemplo, y solo a modo de ilustrar, existen presuntos quesos rallados que se ofrecen en las góndolas que cuando uno lee la etiqueta se entera que en realidad son, según se declara en ellas: alimento con sabor a queso, o leches larga vida que en su etiqueta informan, luego de un inventario intimidante de substancias químicas, que: este envase contiene leche, refiriéndola como un componente más del brebaje que nos proveen.

Un nutricionista amigo, a quien consultamos al respecto, nos dijo que cuando mirásemos la información de una etiqueta estuviésemos atentos a las palabras largas,  difíciles de pronunciar en una primera lectura, y a los conservantes cuya denominación se efectúa con un número.  En esos casos era preferible descartarlos de nuestra cesta por razones de prevención.

Con respecto a las verduras frescas que se venden sin etiqueta también podemos adoptar costumbres saludables, porque los controles que realiza el SENASA sobre las frutas y verduras que se venden en todo el país arrojaron la presencia de 80 agroquímicos, entre ellos, cuatro sustancias que están prohibidas y otras seis que no están autorizadas. Lo que más llamó la atención es que en muchísimos casos se usan venenos en cultivos para los que no cuentan con permisos y en otros superan ampliamente los límites máximos autorizados. Una enorme cantidad de esos pesticidas, herbicidas y fungicidas terminan en los platos de los argentinos.  Por lo tanto es preferible elegir aquellos vegetales que nuestro verdulero de confianza nos asegure son producidos por productores locales responsables.

El panorama es cada vez más alarmante porque hasta ahora la carne de cerdo producida en nuestro país disfrutaba de un estatus especial porque Argentina estaba libre de peste porcina.  Ahora el gobierno acaba de autorizar el ingreso de carne de cerdo de EEUU con grave riesgo sanitario porque allí existe esa grave enfermedad. Así que cuando compremos cerdo preguntemos a nuestro carnicero donde se provee.

El tema de la información de los alimentos que consumimos da para mucho más, pero es un buen comienzo que nos pongamos a atender estas cuestiones.

 

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