«La naturaleza no está ahí para que la usemos como una prostituta»

 …Hace poco, en un texto sobre el agua podrida de la República, dije que «La naturaleza no es una cosa que está ahí para que nosotros la usemos como si fuera una prostituta», lo que llevó a la anatema de defender la prostitución, así que concluyo que algunos habrán entendido lo que dije y otros no entenderán nada en absoluto, ni sabrían descubrir una verdad aunque se la presentaran en una milanesa en el desayuno. (MM)

Woody Allen y El Inquisidor

FUENTE: uypress.com/Marcelo Marchese

15.02.2019

Hay cosas que uno piensa y no dice pues no conviene decir, o en todo caso, debe aguardar a decirlas en un momento oportuno, cuando tenga alguna chance de ser entendido. Nada más triste que decir «negro» y que se entienda «blanco».

Muchos, pero muchos amigos, y amigos sumamente inteligentes, me sugieren que no trate este tema ni aquel otro, o que los trate de una manera más elusiva y dando cien mil veces más circunloquios que los que doy y en suma, que evite la ira innecesaria de la gente.

Son buenos amigos que deben, sin duda, tener razón, pero sucede que existe una cosa llamada carácter, o si se quiere, naturaleza. Está en el carácter o la naturaleza de unos aguardar el momento preciso y está en la naturaleza de otros decir lo que les venga en gana, es decir, para esos otros, la pena que devendría de una ira generalizada provocada por la comprensión, y con más certeza, la incomprensión de lo que se dice, para nada equipara al placer de decir a voz en cuello lo que están pensando.

Amable lector, quiero referirme a este asuntillo del arte y los violadores, a este manto despreciable que el pensamiento políticamente correcto está arrojando sobre el arte, a este permitir que conviertan nuestra vida en un cementerio abominable.

Para empezar, recomiendo el artículo de Guilherme de Alencar Pinto acerca de Woody Allen (1). En él, con una diplomacia y delicadeza que sería la envidia del más delicado y diplomático lord inglés, uno se entera que casi con certeza, la carrera cinematográfica de Woody Allen está arruinada y que para colmo, con casi total certeza, las acusaciones de pedofilia fueron harto injustas y con la misma casi total certeza, la tal Mía Farrow está mal de la chaveta y es un bicho peligroso.

Así que tenemos a un autor necesario, a un artista necesario, así como es necesaria el agua y es necesario el pan y es necesaria la medicina, que ya no podrá administrarnos su agua, su pan y su medicina, pues hubo una vil campaña en su contra y por cuestiones de marketing, no conviene enchastrarse produciendo y exponiendo su arte, por más que a esta altura, todos los entendidos sepan que el pobre tipo era inocente.

El bueno de Baudelaire (justo se me ocurre citar a este bandido) y el bueno de Nietzsche (justo se me ocurre citar a este demente) dijeron algo sumamente acertado, aunque parezca un pensamiento de burgueses con barriga llena: «Podéis vivir tres días sin pan, pero sin música, jamás».

Este «mono agresivo», este malbicho llamado «Homo sapiens», que ha provocado tanto sufrimiento, tantas guerras, torturas y persecuciones, resulta ser lo suficientemente sensible para necesitar del pan tanto como de las rosas. El «mono agresivo», sin belleza, muere y esto es evidente tanto si consideramos el arte en su sentido más amplio, el arte culinario o la arquitectura, por ejemplo, sin las cuales no sobreviviríamos un día, como las artes más sutiles, digamos, como la música y la poesía (¿cuánto es el máximo de tiempo que el amable lector ha aguantado sin escuchar al menos una canción?)

Resulta entonces que necesitamos del arte como de una medicina, pues el arte es una medicina, sea una medicina preventiva o sea una medicina practicada para curar una enfermedad. El ejemplo más elocuente de este carácter terapéutico, lo vemos en la función que ocupaban los cuentos en las comunidades primitivas y en particular, el rol que ocupan los cuentos actualmente en las comunidades primitivas en los procesos de iniciación y si el lector quiere ahondar en este asunto, le recomendamos la lectura de «Psicoanálisis de los cuentos de hadas» de Bruno Bettelheim, que explica con variados argumentos el fundamental rol de los cuentos de hadas en el desarrollo psíquico del niño.

Pero el arte, con ser una terapéutica para quien lo recibe, es también, y mucho más, una terapéutica para quien lo lleva a cabo ¿Por qué? Por aquella cuestión de que «La abeja laboriosa no tiene tiempo para la tristeza» y también porque ciertas cosas que se revuelven en el interior del ser humano, al manifestarse afuera, mediante el arte, mediante el parto de una nueva criatura, se transforman, se convierte en otra cosa. El arte logra acabar con la dictadura del trauma. Un hecho traumático del pasado es traumático en tanto está anudado a una sóla explicación, una explicación única y recurrente, dictatorial, pero desde el momento en que ese hecho dispara una creación, desde el momento en que ese hecho sale afuera transfigurado en arte, se desdobla, pasa a ser también otra cosa, pierde su carácter único, dictatorial.

Todavía el arte es terapéutico en un tercer sentido, que no refiere al espectador ni al artista en sí (el espectador también debe hacer arte al recibir la obra de arte) sino que refiere a la Naturaleza, o si el lector prefiere una idea menos delirante y esotérica, el tercer caracter terapéutico del arte refiere a la sociedad.

Así que tenemos una sociedad que según todos y cada uno, está bastante enfermita y tenemos una situación en cuanto al arte que todos, salvo alguna bestia peluda, sabemos que viene en decadencia y en particular, viene bastante en decadencia un arte principalísimo llamado cine y casualmente uno de sus mejores exponentes contemporáneos, llamado Woody Allen, está, por cuestiones relativas a la pacatería y la imbecilidad, censurado de hecho, ya que no se exponen sus obras de teatro, no se proyectan sus films y los actores que han actuado con él, devuelven el dinero «malhabido» y lo tratan como a un leproso.

Tenemos a un leproso llamado Woody Allen y es una lástima que no tengamos una picota o un buen potro de tormento para que se entere de lo que es bueno de verdad ¡Habrase visto! El leproso no puede acercarse a nosotros, pero sí pueden acercarse otros que hacen films bastante infames. El leproso, casualmente, hacía arte, es decir, nos curaba de la lepra, pero la mayoría de los otros, los bien pensantes, los que no son leprosos, hacen unos films de porquería, llenos de buenos propósitos, pero que no nos curan de nada en absoluto y con certeza, nos enferman con su ideología bien pensante, políticamente correcta, con mujeres empoderadas es decir, con atributos masculinos por doquier.

No sólo estamos enfermos, nuestra enfermedad se acentúa desde el momento en que chochos con nuestra enfermedad, castigamos al médico, pero esto, con ser gravísimo, dista mucho, muchísimo de ser lo más grave del asunto. Lo más grave del asunto es aquello que temía decir, so pena de ser malinterpretado como con certeza seré malinterpretado por algún perseguidor de leprosos y sujetos dignos de ser arrojados al potro de tormento.

No podemos presumir que seamos angelitos o demonios. Si existen los angelitos o demonios es otro cantar, pero entre los seres humanos, no existe ni existió ni existirá jamás un angelito o un demonio. Lo que si hay a montones, es personas que son al mismo tiempo ángeles y demonios.

No podemos permitirle a un artista hacer arte en tanto demuestre que previamente sea un angelito, así como no andamos averiguando vida y costumbres del arquitecto cada vez que entramos a una casa. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. La moral de un artista, las costumbres sexuales, las fantasías sexuales, las manías sexuales y tutti quanti nos deben importar un soberano rábano a la hora de escuchar una canción, admirar un cuadro o comer un rico pastel de fresas.

Lo que nos debe importar de ese artista no es que sea buen padre, hermano o hijo, o si se disfraza de mujer por la noche y se hace pegar latigazos, lo que nos debe importar es que haga arte, así como nos debe importar que el mecánico arregle el coche. Si el mecánico y el artista violan la ley, que paguen una multa o marchen presos, pero no podemos impedirle luego al mecánico que arregle coches y al artista que haga arte, pues las consecuencias serían funestas.

¿Se imagina el lector qué pasaría si al maniático de Stephen King no se le permitiera escribir más libros? Si no se lo permitiéramos, ese hombre, antes de morir de una horrible angustia, fabricaría una bomba atómica para destruirnos a todos. Menos mal que lo dejamos escribir, menos mal que este hombre encontró una vía de salida para todos sus fantasmas.

En cuanto a quienes argumentan que el artista que en su arte muestra torturas y asesinatos, es porque en su vida privada practica torturas y asesinatos, le decimos que es precisamente al revés: si en su arte lleva a cabo torturas y asesinatos, ergo, en su vida no está llevando a cabo torturas y asesinatos, pues si tiene esos fantasmas dentro suyo, afortunadamente los está expurgando por medio del arte, ahora, si le prohibimos al tal artista llevar a cabo por medio del arte sus torturas y asesinatos, con total certeza saldrá en la noche a llevar a cabo torturas y asesinatos sin piedad, en el caso que no se suicide previamente.

Así que, quien lleva al plano de la fantasía una cosa terrible, al menos por un tiempo zafa de llevarla a cabo en ese otro plano de la realidad que comúnmente llamamos vida. Por otra parte, puede ocurrir (con certeza ocurre en el cien por ciento de los casos de todos los artistas de toda la historia de la humanidad) que sean tipos muy maravillosos en unas áreas, pero tipos muy desafortunados y acaso terribles lacras en otras. Al mismo tiempo, algunos lacras en una cantidad de terrenos, acaso en ciertas otras cosas sean maravillosos artistas.

¿Habrá quedado algo claro de todo esto? No lo sé. Imposible saberlo. Hace poco, en un texto sobre el agua podrida de la República, dije que «La naturaleza no es una cosa que está ahí para que nosotros la usemos como si fuera una prostituta», lo que llevó a la anatema de defender la prostitución, así que concluyo que algunos habrán entendido lo que dije y otros no entenderán nada en absoluto, ni sabrían descubrir una verdad aunque se la presentaran en una milanesa en el desayuno.

Si no quedó claro, en un último esfuerzo, diré: Woody Allen no ser malo. Dejarlo hacer cine. No ser pedófilo, leer a Guilherme. Pero si ser pedófilo, igual tener derecho a hacer cine. Hombres ser complejos. Universo ser muy complejo. Puritanos no ser complejos, ser dañinos. Cuidar a artistas auténticos. Ser pocos. Cada vez menos. Somos ignorantes. Dejar a artistas explorar abismo llamado Humanidad ¡Alerta! ¡Gran peligro! ¡Pensar! ¡No ser imbéciles! ¡Humanidad poder construir infierno! ¡Infierno ser caca!

 

(1) Crímenes y pecados: Woody Allen, Amazon y #MeToo

https://ladiaria.com.uy/articulo/2019/2/crimenes-y-pecados-woody-allen-amazon-y-metoo/?fbclid=IwAR0t4PYqN6NB-AL2f9QRUp8ymshEyxbp_9AkER8XgAI4GvQFBn6CPqoKfkE

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