ESTO TAMBIEN NOS ROBÓ BOTNIA

 

                Las nuevas generaciones asocian el nombre Fray Bentos con conflicto, contaminación, lucha ambiental etc., pero quienes peinamos canas (o nada, según) recordamos otros tiempos en los que ese nombre veía acompañado de imágenes y pensamientos gratos.

ESTO TAMBIEN NOS ROBÓ BOTNIA (UPM)

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                Cuando éramos niños, antes de los puentes que hoy cruzan el río, la ciudad vecina era un destino obligado para los gualeguaychenses que deseaban y se podían permitir un paseo gratificante.

                Trasladarse no era fácil, había que cruzar el río, cosa que según los medios que uno contase y las épocas se podía hacer en balsas, embarcaciones particulares o la lancha colectiva, la recordada Carapachay de Méndez Casariego.

                La recompensa era muy apreciada, uno llegaba a la hermosa ciudad, construida a la vera del majestuoso río Uruguay, con una costanera planteada como un anfiteatro para adorar ese cielo azul que viaja como lo describiera Aníbal Sampallo, el gran vate sanducero.

                Uno se encontraba con otra moneda, que a veces era muy cara y otras muy barata, otras marcas de cerveza, muy apreciadas por nosotros, otras marcas de cigarrillos (cuando fumar era permitido), los riquísimos sándwiches de lomo que allí eran ‘chivitos’ y por sobre todas las cosas la amabilidad de los fraybentinos con quienes compartíamos escenarios naturales, formas de relacionarnos con el río y perspectivas comunes de la vida.

                Quien esto escribe incluso participaba de una ‘peña’ que reunía fraybentinos y locales que nos reuníamos en periódicas tenidas gastronómicas, a veces aquí, otras allá, que se prolongaban en interminables tertulias etílicas.

                Eran añoradas reuniones en las que se celebraba la amistad binacional, protagonizadas por amigos que se han ido pero que quedan entrañablemente en nuestra memoria como Augusto Kennedy, un profesor de historia, culto y bohemio en sabia proporción, que  soñaba con cruzar los mares con su desvencijado barco de madera, el Junco, tal era su nombre.

Cuando eran en Fray Bentos terminaban en un viejo bar del puerto, absolutamente fascinante, llamado El Infierno, en homenaje a Dante Alighieri, que recibía a sus parroquianos con un frase de La Divina Comedia pintada con grandes letras en una de sus paredes: Pierdan toda esperanza los que entran a este lugar.

                El Profe, como todos le llamábamos, era un idealista militante que supo ser el preso político que más años sufrió su pérdida de libertad a manos de la dictadura uruguaya.   Luego de trece años de cruel prisión, de la que no salía porque se negaba a firmar el ‘Acta de Arrepentimiento’ que le exigían sus torturadores y carceleros, finalmente recupero la libertad cuando regresó la democracia, dejándole como secuela una cruel enfermedad que finalmente le costó la vida.

                Su recuerdo viene a cuento, porque él en aquellos años ya nos anticipaba en sus reflexiones que en el movimiento popular que derivó en el Frente Amplio, había impostores y traidores que finalmente fueron los que abrieron las frontera el país al neocolonialismo y entregaron ‘el rico patrimonio de los orientales’ como lo llamaba José Artigas, a las multinacionales del saqueo y la contaminación.

                Hoy estas empresas foráneas, lideradas por las celulósicas nórdicas se han llevado puesto el Uruguay: Montes del Plata y UPM – KYMENE son los dueños de más del 50% de la superficie plantada con especies forestales exóticas; los frigoríficos de capitales brasileros controlan la faena vacuna; y el 90% de las plantaciones de arroz.  Y los pool de siembra que practican la agricultura industrial en base a agrotóxicos se han apropiado de más de 500.000 hectáreas, son mayoritariamente de capitales argentinos.

                Ya no están ni el profesor Kennedy y otros amigos, ni existe el bar El Infierno ni sus frases pintadas en las paredes, tampoco se puede disfrutar de  las maravillosas puestas de sol en la rambla fraybentina sin sufrir los cada vez más habituales vomitivos y enfermantes olores de la pastera finlandesa.

                Y las relaciones entre los habitantes de ambas ciudades ya no son tan espontáneamente amables porque a veces están teñidas de reservas y recelos por las situaciones creadas por la presencia de BOTNIA (UPM) en la región.

                Todo esto y mucho más nos robó la pastera finlandesa, pero no todo está perdido, el próximo domingo se celebra la doceava Marcha al Puente convocada por la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú para enfrentar este modelo de saqueo y contaminación que nos han impuesto.  Allí estaremos para luchar por nuestros mejores valores, por nuestro derecho a vivir en un ambiente sano y heredarlo a nuestros hijos.

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