¿SE PUEDE CAMBIAR EL MODELO AGRÍCOLA?

 

Ya no queda espacio para el debate entre quienes defienden el modelo de agricultura industrial y quienes estamos en contra de él.            Las evidencias se acumulan y los argumentos han cambiado substancialmente; cuando se inició estaban los que decían que los agrotóxicos no eran tales, que eran solo fitosanitarios, que desaparecían del ambiente apenas usados y que además eran prácticamente inocuos.

¿SE PUEDE CAMBIAR EL MODELO AGRÍCOLA?

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Hoy esa muralla argumental se ha derrumbado por el peso de las evidencias, hace pocos días el boletín de RAPAL (Uy) publicó un informe de nuestro conocido investigador francés G.E. Séralini, quien junto a Defargea, J. Spiroux de Vendômoisb, advierten que el peligro de estas substancia no solo está en las drogas específicas sino, al igual que con otros pesticidas, en los coadyuvantes químicos que completan las formulaciones que venden y que son principalmente familias de moléculas oxidadas con base a petróleo, como el polioxietilenaminas (POEA) y otras sustancias contaminantes. Sin embargo, la composición de estos agrotóxicos se considera información empresarial confidencial, lo que no permite a los científicos describir su mecanismo de acción.

Lo que da más temor todavía es que estos coadyuvantes son declarados como inertes por las compañías químicas que producen y venden estos venenos.    Y nosotros sabemos que cuando afirman esto seguramente mienten, porque es lo que han hecho desde el inicio del modelo de agricultura industrial.     Invariablemente cada substancia que presentan al mercado lo hacen anunciando por todos los medios de prensa que no afectan el ambiente ni los seres vivos, para luego después de años de envenenarnos cambiar la formulación por una nueva substancia a la que para variar presentan como inocua, en un proceso sin solución de continuidad que nos está llevando puesta la salud de los seres vivos.

Los socios en esta patraña están cada vez más acorralados.     De mentir la inocuidad pasaron a mentir que el mundo pasaría por hambrunas si se dejaba de producir con sus métodos.       Esta falsedad también cayó a pedazos a manos de quienes sostienen los métodos productivos tradicionales sin la utilización de venenos que han demostrado que sus rindes son mayores y no solo eso sino que los costos de empelarlos más bajos para los productores.

Las empresas químicas lo saben y están apelando a estrategias de concentración lo que les confiere un poder económico temible y una capacidad de presión desconocida hasta el presente sobre gobiernos, medios de prensa, productores y consumidores.     La fusión de Bayer con Monsanto creando el monstruo químico más poderoso de la historia es una prueba acabada de esa estrategia.

Los socios locales, acorralados, están comenzando a refugiarse en la última barrera, los argumentos que esgrimen es que si no emplean estas técnicas de agricultura industrial desaparecerán por falta de rentabilidad.     Y esta afirmación también cae porque quienes emplean técnicas productivas sustentables han demostrado reiteradamente no solo que los rindes no caen sino que los costos son mucho menores al no tener que usar los productos químicos que implica la agricultura industrial.

Y finalmente, la pregunta del millón:… ¿Se puede cambiar rápidamente el modelo agrícola? Y la respuesta es sí, la ciencia la tiene el INTA y el instrumento para hacerlo es el sistema impositivo.    Como siempre lo es en la economía de mercado, se puede premiar, por ejemplo, la rotación de cultivos, con menos impuestos y castigar el cultivar a repetición del modo inverso, etc.    Hoy día el desarrollo de la tecnología satelital permite saber con precisión milimétrica que se hace en cada porción de nuestro territorio, qué se cultiva, cuál es su rinde, y toda otra información que se considere relevante a este efecto.    Solo se necesita que el Estado tome la decisión, los instrumentos están.

 

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